En la Primera Guerra Mundial y tras la derrota del imperio turco-otomano, la Liga de las Naciones le entregó a Gran Bretaña la administración de los territorios que hoy corresponden Israel y Jordania. Durante este periodo, se retomó el nombre de Palestina para nombrar a la Tierra Santa, igual que los romanos en el 135 d.C. En esa época, como una forma de de quitarsela a los judíos, los romanos reemplazaron el nombre Judea por Palestina.
El nombre "Palestina" fue aplicado al territorio claramente definido para el área que hoy corresponde a Jordania e Israel. Bajo los términos del Mandato, la principal obligación de Gran Bretaña era facilitar la implementación de la Declaración Balfour, del 2 de noviembre de 1917, que prometía el establecimiento de un hogar nacional para el pueblo judío.
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